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La muchacha de pernambuco

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El reparto se llama Lomas de Monserrat, y hasta hace poco hervía de paramilitares encapuchados. Muy cerca de allí se encuentra la Universidad Nacional Autónoma, tomada por estudiantes desde los inicios de la protesta cívica que sacude al país. Siempre fue inminente un ataque para desalojarlos.

El ataque se dio por fin la tarde del viernes 13 de julio. Los estudiantes corrieron a refugiarse en la vecina iglesia de la Divina Misericordia, y el fuego incesante de armas de diverso calibre siguió hasta la madrugada del sábado 14, ahora contra la iglesia, donde un muchacho fue llevado ya muerto y otro, alcanzado dentro por las balas, también murió. Las nutridas perforaciones pueden verse aún en las paredes del templo.

La presencia de los encapuchados, ahora llamados oficialmente “policías voluntarios”, continuó en Lomas de Monserrat después que la operación limpieza contra la universidad terminó, y el 23 de julio aún estaban allí.

Esa noche, Raynéia da Costa Lima, de 31 años, brasileña originaria de Pernambuco, estudiante de sexto año de medicina en la Universidad Americana (UAM), tras terminar su turno de practicante en el hospital Carlos Roberto Huembes, asistió junto con su novio, Harnet Lara Moraga, a la fiesta de despedida de una amiga en ese reparto.

Esta muchacha, bella como una modelo de revista de modas, según se la ve en las fotografías de su muro de Facebook, y llena de simpatía y de gracia, como la recuerdan sus amigos, había llegado a Managua 6 años atrás, recién casada con un nicaragüense de quien después se separó.

Se quedó en el país y decidió que quería ser médico. Para sostenerse fabricaba “brigadeiros”, trufas de chocolate y coco, y cuando sus compañeros la veían acercarse sonriente ofreciendo su bandeja de dulces, silbaban en su homenaje La garota de Ipanema.

Pasadas las once de la noche, después de la fiesta, Raynéia y Harnet abandonaban el reparto, ella por delante conduciendo su auto, un pequeño Suzuki, y él detrás al volante del suyo. Al escuchar disparos, Harnet aceleró y la vio sentada en el pavimento, bañada en sangre. Ya herida, había logrado deslizarse fuera del vehículo.

Al descubrir a tres paramilitares encapuchados, las armas en ristre, él se acercó con las manos en alto. La cargó en brazos hacia su propio auto, sin que los enmascarados se lo impidieran, para llevarla al Hospital Militar, el más cercano. Es lo que relató a los practicantes que la recibieron en la sala de emergencias, algunos de ellos compañeros de clase de Raynéia.

Todo fue inútil. Había recibido un balazo lateral de alto calibre a la altura de las costillas que le dañó el corazón, el diafragma, y parte del hígado.

Ya muerta la muchacha, agentes de la policía se presentaron al hospital en busca del novio para volver con él al lugar de los hechos “a reconstruir la escena”, pero los médicos no lo permitieron debido el estado de shock en que se hallaba. Le controlaron la presión, lo sedaron, y no fue dado de alta sino a las 11.40 de la mañana del día siguiente.

La Policía Nacional emitió un primer boletín donde imputaba a un guarda privado de seguridad del reparto, al que no identificó. Pero el 27 de julio, en un nuevo comunicado oficial, fue inculpado Pierson Gutiérrez Solís, de 42 años de edad, miembro activo del Ejército de Nicaragua hasta 2009, y profesor de taekwondo, a quien le fue incautada una Carabina M-4, un arma de asalto de uso estrictamente militar.

Gutiérrez Solís es militante activo del partido oficial, y se encuentra en la planilla de pago de Petronic, que funciona bajo el paraguas de Albanisa, la empresa que ha administrado el negocio del petróleo venezolano en Nicaragua. Albanisa tiene sus oficinas principales precisamente en Lomas de Monserrat.

Desde que abandonó el hospital, no se sabe nada del paradero de Harnet, el novio de Raynéia. Se lo tragó la tierra. El Suzuki de la víctima desapareció de la escena del crimen. También desaparecieron los paramilitares de Lomas de Monserrat, como si nunca hubiesen estado allí. Las cámaras de vigilancia del vecindario han sido desmontadas.

El inculpado fue presentado subrepticiamente en los tribunales el 1 de agosto, cuando es feriado obligatorio, pues se celebraba al patrono de Managua, Santo Domingo de Guzmán. La audiencia se celebró a puertas cerradas.

Las malas novelas resultan siempre incongruentes. Y mal contadas. En el escrito de acusación, la Fiscalía empieza por culpar a la víctima de su propia muerte por conducir de forma “descontrolada y con actitud sospechosa”; y respecto al hechor, explica que venía de buscar, a esas horas, un local para abrir una escuela de taekwondo; se acordó de camino que conocía a unos guardas de seguridad de servicio en Lomas de Monserrat, y fue a ofrecerles capacitación en defensa personal y uso de armas de fuego. Eran entonces las 10.40 de la noche.

Sus conocidos eran dos, al servicio de Displuton S.A., una empresa de seguridad también cubierta por el paraguas de Albanisa, cada uno de ellos armados con una escopeta calibre 12: así se completa el trío de paramilitares mencionados por Harnet.

Es entonces cuando queda sellada la suerte de Raynéia. “Debido al comportamiento y movilización errática del vehículo” los guardas sentían “que sus vidas estaban en peligro”, dice la Fiscalía.

Pierson, diligente en proteger a sus amigos, sacó de la valijera de su auto la carabina M4, se apostó tras un poste de alumbrado, y disparó contra el Suzuki en marcha.

La Fiscalía acusa al hechor de homicidio, que merece una pena de 15 años, menor a la de asesinato. La defensa pide aún una rebaja a 10 años, con lo que pronto el asesino estaría libre, digamos, por razones de salud, como es usual cuando se trata de estos juicios arreglados.

Mientras tanto, el cadáver de Raynéia, la muchacha que se pagaba sus estudios vendiendo brigadeiros, ya hizo el viaje de vuelta a su tierra natal de Pernambuco.

Masatepe, agosto 2018
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