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Los ángeles que nos visitan

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Un ángel bello y luminoso cae del cielo con el ala rota y queda a la vista de un niño que lo lleva a su casa donde lo curan y le consiguen unas sandalias; convive con los niños a quienes al final, se lleva al cielo junto con la madre: un cuento modernista de Amado Nervo.

Un ángel pobre entra un día a un pueblo y se queda a vivir en la casa del hogar Ortiz Esmondeo  ─una familia rica─  y desempeña oficios de criado, haciendo mandados y cuidando el jardín; cuando papá Ortiz quiebra, llama al ángel en su auxilio para que le  haga un milagro financiero, a lo que el ángel se niega, ofreciendo como única solución posible, la muerte salvadora para toda la familia. El cuento concluye con la muerte del hijo de los Ortiz, que se ha hecho amigo del ángel, y la salida de este del pueblo, expulsado por la autoridad: un cuento de Joaquín Pasos.
 
Un viejo con alas cae un día de lluvia en un lodazal del patio; la gente de la casa comienza a verlo como un animal raro y lo encierra en el gallinero, donde sufre el asedio de las gentes que llegan a mirarlo, asedio que la familia organiza después como negocio, enriqueciéndose a costillas del ángel, que tras sufrir enfermedades mortales se recupera al fin, y convertido en  la casa ─lo sacaban a escobazos de las habitaciones─ se va un día para siempre volando sobre el mar: un cuento de Gabriel García Márquez.
 
Amado Nervo (1870-1919) modernista mexicano; Joaquín Pasos  (1914-1947) vanguardista nicaragüense; y Gabriel García Márquez (1928) colombiano del boom, eligen los tres un mismo tema: un ángel que aparece de repente en determinado lugar y por su condición celestial y a la vez terrena desencadena una serie de acontecimientos que cada uno, a su manera, se encarga de narrar.
 
El tema de los ángeles en la literatura ha fascinado a los escritores desde los tiempos del Antiguo Testamento, y se ha repetido en las literaturas medievales, se ha dado también en lps cuentos orientales, y ha ido a dar también al cine, como en la película de Frank Capa de 1939, ¡Qué bello es vivir!: un  ángel impide a un hombre suicidarse en la noche de Navidad,  mostrándole cómo sería la vida del pueblo en que habita si él no estuviera.  
 
Si la literatura ha sido pródiga en ángeles, es sobre todo en la poesía; están los ángeles de Rilke; los que Juan Ramón Jiménez bautizó ángeles con j; y los de Hölderlin y los de Cocteau, y cuándo no, los de Rubén Darío.   
 
Pero en los tres cuentos citados, los ángeles, aunque conservan su manera poética de evocación, adquieren una substancia narrativa, aparecen como personajes y se teje alrededor de ellos una historia.
 
Las tres historias están ligadas por una temática común y por un personaje común;  la problemática que presentan los tres, es sí distinta: el cuento de Nervo se queda en lo sentimental; el que propone asuntos más profundos es el de Pasos: la crisis de la moral y el surgimiento de los valores de la sociedad establecida en conflicto con la inocencia, y el desinterés por un mundo de ángeles y de infancia, ya para siempre perdidos; y, finalmente, la fábula de García Márquez, cuyo propósito no es otro que el de maravillar, dándole a su ángel el vuelo del realismo mágico.
 
Los viejos bizantinos se desvelaban discutiendo sobre el sexo de los ángeles mientras sus murallas eran irremediablemente asediadas; el hombre añora siempre sus alas, y ha querido tenerlas como el viejo Ícaro, pero a pesar de la nostalgia por el vuelo perdido, quizá el hombre no tenga alas porque Dios no se las da al alacrán.
 
Baton Rouge, marzo 2020.
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