He leído con gozo cada día el cruce de correspondencia entre Martín Caparrós y Juan Villoro con motivo del Mundial de Fútbol, porque a través de la astucia con gracia y el ingenio ilustrado saben convertir este deporte, sin duda el más universal de todos, en arte épico que no merece sino el éxtasis, y en filosofía trascendente, toda una metafísica del balón tanto es así que Juan ha llegado a acuñar una frase sagrada para todo el ritual: Dios es redondo.
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