Dice Norberto Bobbio, quien en De Senectute convirtió el estudio de la edad en una ciencia más que amena, que “hablar de uno mismo es un hábito de la edad tardía. Y sólo en parte cabe atribuirlo a vanidad”. Como se trata de aprender nuevos hábitos, y hacer uso de esa licencia a la vanidad, es que escribo estas líneas al atravesar el umbral de los ochenta años.
Quienes morían en olor de santidad traspasaban la fama de sus poderes milagrosos a sus vísceras, falanges, miembros, y demás parte de su cuerpo, y por eso eran descuartizados y repartidos en santuarios e iglesias, un corazón dentro de una coraza de oro recamado de pedrería, un brazo o una pierna dentro de una armadura de plata, un dedo en un dedal de orfebrería. Le pasaba hasta al más humilde de los siervos de Dios, como San Juan de la Cruz, o a la más docta, como Santa Teresa.
Juan Arjón López, de 62 años, periodista de San Luis Río Colorado, en el estado mexicano de Sonora, dirigía el portal de noticias A qué le temes. Un medio de comunicación pequeño, de alcance local, que no le daba lo suficiente para vivir y se ayudaba con un empleo en un puesto de comida. Desapareció el 9 de agosto. Su vehículo fue hallado abandonado, y más tarde encontraron su cadáver en un lejano paraje del desierto, en el linde con el estado de Baja California.
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